La interacción entre energía y dinero es tan antigua como la civilización. Desde las primeras mercancías intercambiadas bajo el sol hasta las transacciones de alta frecuencia de hoy en día, impulsadas por la electricidad, la energía siempre ha sido el motor de las economías. Pero a medida que el mundo se cansa de los auges y caídas especulativas de las monedas digitales, surge una nueva frontera en la que la propia energía se convierte en el ancla del valor.
